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    Originario de la costa occidental africana, el «ñame» parece haberse
    diseminado en las islas del Caribe ya hacia 1540. Alimento central y ritual en buena parte del África Occidental antes de la expansión marítima al Nuevo Mundo, la semilla rotundata parece haber arribado a La Española traído por los esclavistas, o por los propios africanos como parte de sus equipajes alimentarios
    furtivos. La primera mención que se hace del tubérculo data de principios del siglo XVI en la Historia General y Natural de las Indias del cronista Gonzalo Fernández de Oviedo. En su obra Oviedo comenta lo siguiente:

    “El ñame es una fructa extrangera é no de aquestas Indias, la qual se ha traydo á esta nuestra Isla Española é á otras partes destas Indias : é vino con esta mala casta de los negros , é háse fecho muy bien , é es provechosa é buen mantenimiento para los negros , de los quales hay mas de los que algunos avieren menester , por sus rebeliones. Estos nnames quieren pareser ajes; pero no son tales , é mayores que ajes comunmente. Cortados á pedazos, se siembran soterrándolos un palmo debaxo de tierra , é nascen; é assi vinieron los primeros, é después de la planta é rama que hacen, se han multiplicado mucho en las islas que hay pobladas de chripstianos, é assi mismo en la Tierra-Firme; é es buen mantenimiento el ñame”

     A partir del siglo XVI, la generosa Dioscorea se convirtió en complemento de los amiláceos autóctonos taínos, como la yautía, la batata, los lerenes, la calabaza, y la yuca. A la diseminación agrícola del ñame sin duda ayudaron las sabidurías agrarias y culinarias de los africanos que arribaron a Puerto Rico en los siglos venideros, así como también auxiliaron los deseos de reproducir platos que les eran tan familiares en la alimentación de sus regiones de partida, como el amuyale, el ata y el fufu. Este último era una elaboración de ñame hervido y majado en un pilón que circuló –y aún circula por las islas del Caribe–, al que podían añadirse varias viandas salcochadas -y también plátano verde- y que se amasaba a modo de una barra de pan.  El «fufu», que fue propio de las etnias yorubas, parece haber sido el origen- si seguimos la técnica del majado- de lo que hoy en Puerto Rico se conoce como «mofongo» - este último hecho fundamentalmente con plátano.

     

    Con el paso de los años, el ñame incrementó su complementariedad en la alimentación porque no se desarrollaba en un ambiente agroecológico distinto al de su región de origen, tenía una alta capacidad de conservación –en la misma tierra o si se colocaban amontonados en cenizas y bien cubiertos en lugares secos–y había variedades que podían sembrarse y cosecharse durante todo el año, como es el caso del Ñame de Guinea Blanco, uno de los más apreciados en Puerto Rico hoy.

     

    Pero todos los testimonios antiguos comprueban que el tubérculo se cultivó
    más en las talas pequeñas campesinas como fuente de comida accesible y segura.
    Es por eso que en su Historia Civil y Natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico, el fraile Iñigo Abad encuentra que el ñame forma parte de la simple comida de los campesinos. Dice Abad, a fines del siglo XVIII: «su vianda [término empleado con el significado de comida o sustento diario y común] se reduce a una olla de arroz o de batatas, ñames, calabazas o de todo junto». Por otro lado, en términos alimenticios, el ñame añadíavolumen a las ingestas y permitía obtener energías: 93% de las caloríasque se obtienenpor cada ciengramos de porción comestible de ñame se ganan de los carbohidratos. Conoce más sobre lo nutritivo del ñame aquí. Sorprende sin embargo la escasa presencia del ñame –hervido o al vapor–, envuelto en hojas de guineo- como el amuyale y el ata mencionados arriba. La forma más común de cocinarlo en Puerto Rico fue- y aún es- hirviéndolo en agua con sal, es decir, salcochándolo. Al comenzar el siglo XX, las variedades más cultivadas y apreciadas en Puerto Rico eran el Ñame de Guinea Blanco, en la parte occidental de Puerto Rico; el Ñame de Guinea Amarillo, en la parte norte y oriental de Puerto Rico, y el Ñame Mapuey Morado. Este último, de pulpa violácea, era reputado por los comensales como el de sabor más suave, con una textura cremosa y sin fibra.  Otras variedades de menor aceptación eran el Ñame de Agua, - de inferior calidad por su textura fibrosa-, y el Ñame de Agua Redondo – que era de producción baja, además de que era muy susceptible a pudrición temprana.


    Durante los 1930 los agrónomos de la Estación Experimental Agrícola se
    encargaron de introducir otras variedades, algunas de las cuales existen aún en
    la agricultura puertorriqueña, pero sembradas en pequeña escala. Fueron estas
    el Ñame Espino, el Ñame Portugués, el Ñame St. Vere y el Ñame Ceylon.

    La producción del generoso tubérculo durante la primera mitad del siglo XX
    fue estable, alcanzándose cosechas de hasta 25.8 millones de libras (la menor
    entre 1929 y 1954 fue de 16.2 millones). Importante por demás es el dato de
    que, al finalizar la década del 1930, el 100% del ñame consumido en Puerto Rico
    era producido por los agricultores isleños. No obstante, las preferencias de
    los consumidores se inclinaban a favorecer a la batata (62 libras anuales por persona), luego a la yautía (30 libras por persona) y en tercer lugar al ñame (10 libras por persona). ¿Habrá sido debido a su alto costo? La libra de batata costaba en el mercado 1.8 centavos, y la de ñame unos 3.1 centavos.

     

    En términos culinarios el ñame se confeccionó, principalmente, de forma
    hervida, como he dicho, algo que no debe sorprendernos si pensamos en los pocos emisores de fuego y los escasos equipos que tenía la mayoría de las
    cocinas.  Pero la literatura culinaria demuestra que había formas diferentes de prepararlo. El recetario The Puerto Rican Cookbook (1948), recopilaba 8 recetas con ñame, incluyendo croquetas y ñame al curry. Berta Cabanillas, en
    su libro Cocine a Gusto (1950), presenta tres recetas, y una de ellas nombrada sufflé de ñame.  Carmen Aboy, autora de Cocina Criolla (1954), incluye una, la de buñuelos de ñame. Con la industrialización de Puerto Rico y las grandes migraciones a la “bajura”, entre 1960 y 1970 comenzó a decaer el área cultivada en los antiguos municipios dedicados a su siembra, y la producción del tubérculo – y de otros farináceos como la yautía y la malanga- empezó a mostrar curvas descendentes. Desde el año 2000 hasta el 2016, la producción del africano tubérculo ha tenido cosechas de entre 2.3 millones de libras anuales (la más baja, en el 2010), y 9.04 millones de libras (la más alta, en el 2013). La última cifra ofrecida por el Departamento de Agricultura es para el 2016, y reportó una cosecha preliminar de 3.6 millones de libras. Pero los números ya no son los de
    principios del siglo XX. Claro, esto no quiere decir que el aprecio culinario y alimenticio de las diversas variedades de ñame haya perdido terreno en nuestras prácticas alimentarias. Un muy buen ejemplo hoy día es la casi obligatoriedad de acompañar chicharrones de cerdo con ñame - ¡si es de nuestros agricultores mucho mejor! Así como añadir una raja e ñame a la sustancia del reconfortante sancocho.

    Otras recetas de ñame que puedes explorar son:

     

    Referencias

    William Bascom, «Yoruba Food»; en África, vol. XXI, núm.
    1, 1952.

    William Bascom, «Yoruba Cooking»; en:África, vol. 21, núm. 2, 1952.

    Tadeusz Lewiki, West African Food in the Middle Ages,
    Cambridge University Press, 1974.

    Fernando Ortiz, “La cocina afro-cubana”; en: Revista
    Bimestre Cubana, vol. 18, núm. 3, 1923.

    Gobierno de Puerto
    Rico, Departamento de Agricultura, Oficina de Estadísticas Agrícolas, Importación y Consumo de Ñames, 2000-
    2016.

    United States
    Bureau of the Census and United States Department of Commerce, Puerto Rico, Census of Agriculture,
    1969.

    Fran Osseo-Asare, Food Culture in Sub-Saharan Africa, Greenwood
    Press, 2005.

    Julio S.Simons, “El cultivo del ñame en Puerto Rico”;
    en: Revista de Agricultura de Puerto Rico, vol. 26, junio de 1931.

    Iñigo Abad y
    Lasierra, Historia Civil y Natural de la
    Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. Editorial UPR,
    1955.

    Gonzalo Fernández
    de Oviedo, Historia General y Natural de
    las Indias
    , Imprenta de la Real Academia Española de la Historia, 1855.

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