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    La china mandarina pertenece a la variedad de cítricos de cáscara delgada y suave. Corresponde a la especie que ordinariamente llamamos mandarinos (Citrus reticulata, Citrus unshui y Citrus reshni). Incluso algunos híbridos también le son parientes, como el Citrus tangernia, llamado así desde el siglo XIX porque se introdujo a los Estados Unidos desde la marroquí ciudad de Tánger. Las mandarinas tienden a ser pequeñas, algo achatadas y fáciles de pelar, y su nombre tal vez le venga del color ambarino de la vestimenta de los “mandarinos”, los cultos funcionarios de gobierno durante la antigua China Imperial.

    La mandarina se cultiva desde aproximadamente 3,000 años atrás. Algunos expertos indican que pudo haber tenido dos orígenes: en China, o en Cochin China (Vietnam del Sur). Otros, a diferencia, concluyen que es originaria de la India o del archipiélago Filipino. Pero si sobre su origen tienen discrepancias, en lo que sí están de acuerdo es en que su propagación por el mundo es difícil de trazar, pues su traslado hacia el Cercano Oriente- desde donde pasó al mediterráneo norafricano-, se dio en etapas históricas separadas. Igualmente concurren en que el cultivo de la mandarina en occidente se inició a principios del siglo XIX (1805), cuando se llevaron dos variedades de mandarinas a Inglaterra directamente de Cantón; y que hacia mediados del siglo XIX las mandarinas eran cultivadas extensamente en el mediterráneo italiano, y con más prominencia en Sicilia.

    Al momento del descubrimiento europeo del Caribe Insular, cítricos como la naranja dulce (Citrus cinensis) y la mandarina (Citrus reticulata) no formaban parte del amplio reino frutícola de los taínos. No obstante, al poco tiempo de iniciarse la conquista española, se introdujeron semillas de naranjas traídas de Córdoba y Sevilla, posiblemente de las cinensis que trajo a Lisboa, Vasco da Gama en su viaje de regreso de la India en 1499. Por eso, es muy posible que la que se haya sembrado inicialmente en Puerto Rico fuera la Citrus cinensis, es decir, la que comúnmente llamamos en Puerto Rico “china”. Del tamaño y del sabor de estas quedó prendado el obispo de Puerto Rico, Fray Damián López de Haro, cuando las probó en 1645, alabándolas al decir que eran “más grandes y mejores que las de allá”.

    Pero curiosamente el fraile no hizo referencia a la china mandarina. Igual ocurrió mucho tiempo después, cuando en su libro Estudios sobre la Flora de Puerto Rico (1883) el botánico aguadillano Agustín Stahl identificara a la Citrus cinensis en la rica flora borincana, pero no hiciera lo propio con la mandarina. Lo mismo ocurrió en el estudio de Orartio F. Cook, The Economic Plants of Puerto Rico (1903). Y más sorprendente aun es que la mandarina no apareciera en el informe Propagación y venta de las chinas en Puerto Rico, preparado por la Estación Experimental Agrícola de Puerto Rico en 1904.

    ¿Se habrá introducido a Puerto Rico recientemente? ¿Ciento veinte años atrás, digamos? ¿Es la mandarina una adolescente en nuestra historia alimentaria? Es muy posible.

    Sea como haya sido, no debemos creer que la mandarina fue ignorada por agricultores y por la población rural puertorriqueña una vez se introdujo, semilla o árbol. Que la joven naranja no comparezca en los escritos botánicos, en los censos agrícolas del siglo XX, o que no haya ni una receta con ella en los recetarios de cocina antiguos, con seguridad se debe a que su propagación se realizó poco a poco- tal vez de semillas o arbolitos traídos desde las Filipinas o de Valencia durante los últimos años de la colonia española; o desde las plantaciones de la Florida a principios del siglo XX-, por agricultores o individuos interesados en ella más como “comida de mano”, que como mercancía. Si así fue, la pequeña mandarina quedó escondida detrás del valor económico que tuvo, - y aún tienen en Puerto Rico- cítricos como la china dulce, la toronja, los limones y la chironja.

    En estos últimos años, y para bien, la moza mandarina comienza a asomar su rostro. En el 2016-2017 se registraron 748.3 cuerdas sembradas, y se cosecharon 13.3 millones de unidades. Y si en Puerto Rico consumimos hoy casi un 39.47% de chinas dulces y mandarinas producidas aquí, ahora nos toca sacar a la joven naranja del escondite, patrocinado más su consumo.

    Por último, y como habrán experimentado ustedes, nuestra naranja, madura y en sazón, es pequeña – 2” a 2” ½ de ancho, por 1 ¾ a 2 ¼ de alto- y muy fácil de pelar. Una vez se hunde el dedo para rasgar la piel, inmediatamente se respira un aroma a limoncillo con tonos de pino navideño y tomillo. Al menos ese es el repertorio olfativo que me trajo la que comí al comenzar estas líneas.

    Cuando recibas mandarinas de PRoduce, rasguen la cáscara y olfatéenlas. Me pueden escribir sus impresiones sensoriales por aquí, o por info@thefoodstorianpr.com

    ¡Buen provecho!

    Referencias
    Bonavia, Emanuel, The cultivated oranges and lemons, etc. of India and Ceylon: with researches into their origin and the derivation of their names, and other useful information, London: W. H. Allen, 1888.

    Departamento de Agricultura de Puerto Rico. División de Estadísticas Agrícolas, Frutas frescas en proceso de cómputos de consumo per cápita: chinas y mandarinas, Preliminar al 5 de marzo de 2019.

    Fernández de Oviedo, Gonzalo, Historia General y Natural de las Indias, Parte Primera; Madrid, 1851.

    Henricksen, Henry, “Citrus Culture in Puerto Rico”; en: Agricultural Experiment Station, Bulletin No. 33, February 1930.

    Kiple, Keneth y Ornelas, Kriemhild, eds., The Cambridge World History of Food, Cambridge University Press, II vols. 2001.

    McGee, Harold, Food and Cooking: An Encyclopedia of Kitchen Science, History and Culture, London, 2004.

    Oratio F Cook y N.G Collins, The Economic Plants of Puerto Rico, United States National Herbarium, vol. III, parte II, 1903.

    Stahl, Agustín, Estudios sobre la flora de Puerto Rico, San Juan, 1883.

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