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    “La MicroFinca comienza en un apartamento en Hato Rey, cultivando microgreens”, nos cuenta Tadilka Rivera Méndez, su propietaria. 

    “Inicialmente eran para uso personal, después para mis amigas y, luego de hacerme socia de la cooperativa orgánica Madre Tierra, se empezaron a vender por ahí”. 

    El nombre viene de ese primer producto pequeñito –los microgreens– cultivado en aquel espacio reducido. “Mi apartamento tenía tres cuartos. Eliminé la oficina y ahí lo habilité. Comencé con anaqueles y bandejas. Un invento. Les puse unas luces y así fue que empezó todo”. 

    Hoy la MicroFinca no es tan micro: ocupa una finca de siete cuerdas en Camuy –con una cuerda sembrada– y sus cultivos incluyen bok choy, berenjena blanca, rábanos, zanahorias, cilantro, flores cosmos, cebollines y hojas de mostaza. 

    Tadilka con un mazo de bok choy.
    Tadilka con un mazo de bok choy.

    El destino

    Tadilka había sentido siempre la inquietud de trabajar un proyecto agrícola propio. Pero tenía un trabajo: “Me levantaba, me iba trabajar de 8 a 5 a la oficina, el ‘outfit’ era bien diferente. Entonces me ‘entacaba’, empezaba a buscar clientes”.

    Pero después del huracán María, se quedó sin trabajo. “Trabajé, di clases, hice par de cositas, y mi abuela falleció ese diciembre. Yo vivo en la casa de mi abuela ahora. Regresé aquí después de 20 años. Y decidí meterle a esto”. 

    Uno de los microlotes de la MicroFinca.
    Uno de los microlotes de la MicroFinca.

    “Cuando mi abuela muere, papi me dice voy a rentar la casa y digo ‘dame un break, déjame hacer unos números’. Entonces ahí decidí. Yo estudié agronomía, tengo un bachillerato en agronomía y una maestría en arquitectura paisajista. Decidí, nunca había puesto en práctica la agronomía y dije: ‘let’s do this’. Y me zumbé. Me mudé con todo y gatas, y estamos aquí”.

    Una finca agroecológica certificada

    Al mudarse allá, Tadilka empezó a hacer lotes: “los veo como microlotes de una finca”. Actualmente hay cinco de estos lotes. 

    “Acá todo es machete y azada. La máquina más grande que tengo es un ‘tiller’ para hacer los bancos, pero todo es azada”. 

     

    La MicroFinca “es una finca agroecológica; no utilizamos químicos, pero sí productos hechos con plantas o certificados orgánicos”. 

    También realizan prácticas de conservación: usan patchouli para la erosión, recogen agua de lluvia, rotan cultivos. Para atraer las abejas, siembran flores que también son comestibles, como las cosmos y ‘marigold’. Aprovechan todo lo que se pueda reusar, como los troncos rescatados que sostienen los toldos del área de vivero. 

     

    Para el agua, hablaron con los vecinos y capturan el agua de sus techos. “Esta finca no tiene pozo. Yo recojo aguas de lluvia. Van a un aljibe del 1943, eso era el cimiento de la primera casa de mis abuelos. Yo no sé porque dejamos de hacer eso, pero es bien importante. Yo con eso ahora tengo 3 mil galones de agua que recojo de dos casas, y los zumbo por medio de una bomba de aquí al campo”.

    La composta siendo mezclada.
    La composta siendo mezclada.

    Siembra directa

    En la MicroFinca, trabajan Tadilka, su padre y Severo, un joven recién llegado y muy bienvenido, pues todo lo hacen ellos. 

    “Empezamos a las 6am. Dejamos los bancos hechos y empezamos directo a sembrar. Se siembra manual, se tira semilla directa al suelo, que es lo que estoy haciendo mientras llegaban, sembrando cilantrillo”. 

    “Lo que siembro directo es arúgula, rábano, cilantrillo y lo demás lo estoy germinando yo y lo paso al suelo. Para que la planta venga un poco más fuerte”. 

    Tadilka cosecha las hojas de bok choy.
    Tadilka cosecha las hojas de bok choy.

    “A mi padre le gusta el machete, yo lo odio, pero hay que hacerlo. Lo que haya que hacer. Se siembra, se deshierba, se asperja, se cosecha, se lava, se empaca”. 

    Durante el COVID, la MicroFinca ha tenido altas y bajas, pero “la gente siempre compra y la gente que no puede usar cosas con químicos, te llama y te pregunta. Clientes nuevos que no sabían que existíamos. Eso ha sido positivo”. 

    Las hojas de las zanahorias.
    Las hojas de las zanahorias.  

    Presente y futuro

    Dice Tadilka: “Mi vida tiene un propósito ahora mismo. No me molesta levantarme a las 5 am, porque siento que lo que estoy haciendo es importante. No para mí, sino para otras personas”. 

    Para el futuro próximo, hay planes: “a fin de año debo poder sembrar dos cuerdas y media más”. También tendrá “unos ‘high tunnels’, o ‘greenhouses’ que me aprobó el gobierno, pero tengo que trabajar para conseguir el 10%”. 

    Además, hay un producto en la mente de Tadilka: “en dos años me llamas, y tendré mi pesto en el mercado”. 

     “Yo no había hecho esto antes por miedo. Miedo a la inestabilidad económica. ¿Cómo me voy a mantener, pagar casa, carro? Hasta quedarme sin empleo, entonces fue: ‘do, it, now’. Estoy a mitad de vida, y voy a aprovechar y hacer lo más que pueda”. 

    ¡Adelante, Tadilka!


     Hoy los microgreens crecen al aire libre en la MicroFinca en Camuy.

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