Yadira Feliciano Ocaña es feliz con sus gallinas felices. Empezó después del huracán María con tres gallinitas, y ya tiene 300, que ponen en promedio 8,000 huevos mensuales o 100,000 anuales. ¡Conoce la historia de Yadira y de Sao Farms!
La operación comenzó en 2015 en el barrio Carrizales, Hatillo. Pero el proyecto inicial no era de gallinas y huevos, ¡sino de cocos! “La idea original era tener un palmar, una siembra de palmas de coco. Yo hacía tembleques de coco. Quería tener accesible el producto y saber de dónde venía. Yo creo en la conservación y iba tener un producto totalmente natural y limpio”, explica Yadira.
Así que compró una semilla de coco muy especial, y la sembró en la llanura. Intercaló las palmas con guanábanas. “Estos arbolitos de guanábana son sobrevivientes de María. Teníamos las plántulas chiquititas y las protegimos”, señala Yadira. Hoy tiene 120 palmas de coco y 83 árboles de guanábanas. Son totalmente orgánicos, no tienen ningún tipo de abono químico, a excepción de la gallinaza. Acaban de celebrar la primera cosecha de cocos, ¡después de cinco años de sembrar aquella primera semilla!
Como en tantas otras fincas, el huracán María redirigió la atención de Yadira. “Luego de María, comenzó la penuria de la gente buscando alimentos sanos y saludables”.
Ya Yadira había conseguido tres gallinas porque su esposo es celiaco, y ella quería hacer pan sin gluten y otros productos que requerían huevos. “Y las personas empezaron a decirnos: ‘Mira, si vas a tener huevos, nos avisas’; todo el mundo quería”.
“Entonces decidimos comenzar este proyecto. Tuvimos que planificar dónde tener las gallinas. Esto no estaba, esta estructura. Las primeras que llegaron aquí fueron 25 pollitas bebés. Una de ellas se ha quedado, porque no he querido salir de ella. Las cuidábamos como bebés”.
Otra explosión en demanda ocurrió durante la pandemia del COVID. “Nosotros vendimos muchísimo, porque el acceso a producto fresco fue casi nulo. No dábamos abasto”. Por ello la seguridad alimentaria es una de las grandes motivaciones de Yadira.
Para Yadira es esencial el respeto a la creación divina, que percibe en todo lo que la rodea. “Aquí no tenemos energía eléctrica, sino energía solar. Nosotros tratamos a todas estas chicas con el mayor respeto posible. Aquí no se matan gallinas, aquí se respeta el ave. Las tratamos con medicina natural. Si fuera necesario, tienen veterinario. Lo básico es que ellas tengan su vida normal, como ave. Que tengan su comportamiento como si estuvieran en la naturaleza”.
Y ¿cómo es esa vida normal? “Los baños de arena son parte de su comportamiento natural, una gallina feliz hace eso. Tienes que permitirlo. Estas duermen, tienen su ciclo de descanso. Por la mañana salen, por la tarde vienen a sus dormitorios, donde se enganchan y tienen un espacio para cada nido. Cada nido tiene una medida en específico que cumple con el Humane Society. Y les tengo un gallo rescatado, Baruk, para que se sientan que hay un macho entre ellas”.
“A eso de las 6 am, abrimos la puerta y salen durante la mañana. Unas empiezan a trabajar —yo le digo trabajar—, más temprano que otras, pero se ponen a poner desde por la mañana hasta las 2 o 3 pm, cuando ya casi todas han puesto. Yo no les doy nada, ninguna hormona o químico. Algunas pueden poner todos los días, aunque no necesariamente, pero se recoge todos los días”.
Comparados con los huevos importados, estos huevos tienen un alto valor nutricional, por ser de gallinas en pastoreo. “Se distinguen porque por más que lo limpies, se queda un poco manchado. Los huevos que vienen de afuera tienen que ser inmaculados. Si tú ves su manchita, sabes que es un huevo local”.
Además, su frescura es insuperable. “El huevo que viene de allá lleva meses dando cantazos por el mar, y cuando llega al puerto lo almacenan. Tú no sabes los cambios de temperatura que ha tenido. El huevo de aquí no es así. El tiempo desde que sale de la finca hasta el consumidor son 5 días, como mucho una semana. Es una diferencia marcada”.
Yadira nos cuenta que “‘Sao’ es una palabra taína que significa llanura pequeña. Cómo habrás notado, esto es una llanura pequeña”. La parte en inglés viene porque proyectan seguir expandiendo y quieren que el nombre sea comprensible a todos.
Los planes incluyen “expandir la operación de las gallinas, y desarrollar una etiqueta para tener una personalidad propia. En cuanto a lo del pan, queremos seguir trabajando ese proyecto”.
Pero la visión de María va más allá de lo comercial y tiene que ver con sostenibilidad: “La idea es que la gente entienda que hay que conservar el medio ambiente. Que si no vas a tener un huerto, debes buscar una fuente de alimento segura en el futuro. Lo vimos con la pandemia, María, los terremotos. Cuando decidimos hacer este proyecto en grande, queríamos que la comunidad aquí tuviera un alimento accesible con valor nutricional”.
“Es importante que la juventud continúe desarrollando la agricultura. Que los gobiernos den esas oportunidades desde temprano, desde la escuela y desde pequeño que se enseñe que hay que producir, hay que cultivar para comer. Volver a la tierra es lo que nos va salvar. Es una alternativa de negocio, de trabajo, de educar y mejorar la calidad de vida, impactar la comunidad”.
Los huevos se Sao Farms se consiguen en PRoduce, a través de canastas y La Microfinca, AGG Corporation de Lares y Estancia Santa Rita. Además, venden a “clientes con condiciones especiales, que compran el producto confiando en que no se le echa ningún químico y que son gallinas felices”