El mamey (Mammea americana L.) es originario de las Antillas y de las zonas norteñas suramericanas. La primera descripción que se hace de su árbol y de su fruto en las Antillas la realiza el cronista madrileño Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557) en la primera edición de su Historia General de las Indias (1526). El mamey capturó la admiración de Oviedo por la exuberancia de su follaje y el dulzor y suave textura de la pulpa. Las características en “boca” le llevaron a comparar al mamey con los melocotones y los duraznos. He aquí la descripción del mamey por Oviedo, 1526, la más antigua, por cierto:
“Mamey es uno de los más hermosos árboles que puede haber en el mundo, porque son grandes árboles é de muchas ramas é hermosas é frescas hojas, é de lindo verdor é copados é de buena gracia. Son tan grandes, como nogales de España é menores; mas las ramas no tan desparcidas como nogal, sino más recogidas. La hoja es del tamaño de la del nogal, ó más ….y es más verde de la una parte que de la otra, é más gruesa que la del nogal, é tan luenga [larga], como un palmo de longitud, é á proporción la latitud ó anchura; La fruta deste árbol es la mejor que hay en esta Isla Española: es de muy buen sabor é echa su fruta redonda; é muy redonda, por la mayor parte, é alguna algo más prolongada; mas en lo general todos tiran á redondo, y algunos debajo desta regla se descompasan ó tienen burujones, en especial los que no son de un cuesco [semilla], sino de más. Háylos tan grandes como dos puños é como un puño ó menores…en la corteza primera está una carnosidad de color leonado ó quassi [casi], que pende en amarillo, é sabe á melocotón ó duraznos, ó es de mejor sabor, salvo que no es tan zumoso [jugoso] como el durazno, ni huele assi. Esta carnosidad que hay en esta fruta entre la pepita é la cortega es tan gruesa como medio dedo, poco más ó menos (en los mayores), ó en otros menos, según es grande ó chico el mamey. En esta mesma fruta ó árbol del mamey hay mucha diferencia en diversas partes é regiones destas Indias”.
El árbol de mamey que tanto impresionó al cronista Gonzalo Fernández de Oviedo.
En el siglo XVIII, en su Historia Geográfica, Cvil y Natural de la Isla de San Juan Bautista (1788), el monje Iñigo Abbad (1745-1813) encuentra el mamey creciendo de forma silvestre por las espesuras de los montes, pero no describe uso alimentario alguno ni describe las características de su fruto.
En 1864, en el tratado El Médico Botánico Criollo, de Renato de Grosourdy, se mantiene el mismo nombre científico, pero se lo menciona como “albaricoque de Santo Domingo”.
A Grosourdy se le debe además haber reportado por primera vez las cualidades insecticidas de las hojas del mamey, algo que aún se reportaba en las prácticas agrícolas de ciertos agricultores de mediados del siglo XX, especialmente en el cultivo de tomates en Jayuya e Isabela.
El médico y naturalista Agustín Stahl (1842-1917) describió el árbol y el fruto del mamey en sus Estudios sobre la flora de Puerto Rico, publicados entre 1883 y 1888. En ellos recopila información sobre 1,330 plantas de Puerto Rico. Al igual que otros naturalistas previos, Stahl encontró al mamey vegetando de forma silvestre por los bosques. Pero fue muy detallista al indicar que “florece en varias épocas del año, pero solamente las flores de otoño e invierno cuajan”. Es decir, fructifican. En esa temporada del año podemos encontrar mamey en los mercados agrícolas de Puerto Rico.
Stahl es, además, quien introduce a la botánica puertorriqueña la diferencia entre el mamey apodado zapote o colorado (Lucuma mammosa, Pouteira sapota); y el mamey apodado amarillo (Mammea americana). Hoy día, la mayoría de nosotros llamamos también mamey zapote a la variedad Mammea americana, o sea, al mamey amarillo.
Esta confusión ocurre porque entre ambos hay muy pocas diferencias en la textura y sabor de la pulpa. Pero sí hay diferencias en cuanto a la forma del fruto, el color de la cáscara, el color de la pulpa, la forma y color de las semillas, y el color de la flor.
He aquí las diferencias que estableció Stahl:
Mamey zapote (Lucumma mammosa, Pouteira sapota)
Mamey amarillo (Mammea americana).
En 1903, en The Economic Plants of Porto Rico, los botánicos norteamericanos O. F. Cook y G.N. Collins, reportaron que la carne de la fruta tenía “a pleasant taste and aromatic smell, eaten raw or preserved in sugar”.
A mediados del siglo pasado (1945) se consideraba que la temporada más fructífera del mamey se extendía entre los meses de junio a agosto, junto a la piña y el mangó.
Hasta el día de hoy, el fruto de este primoroso y enorme árbol se ha consumido, sobre todo, en su forma fresca, en tajadas, y en conserva, añadiéndole azúcar y algún tipo de vino dulce al sirope. Hoy día se ha hecho popular en los “smoothies” veganos.
Hay varias recetas gustosas que se pueden realizar con el mamey, como las que se presentan abajo, del The Porto Rican Cookbook de 1948.
Abajo copio —tal y como aparecen—, algunas recetas de Isabel, la cocinera negra de la norteamericana Elizabeth Bellows Dooley. Como ocurría entonces en muchas casas, Dooley las copió de su cocinera para publicarlas en el recetario The Porto Rican Cookbook de 1948.
Sliced Mamey
Preserved Mamey
Mamey Butter
Mamey Pudding
Mamey Sherbet
¡A disfrutar del mamey!